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Equivocarme es algo humano, pero amarte es un pecado...

  por Luciana Bornand

Era medianoche y ella huía a la luz de la luna, corría lentamente agonizando y derramando en su mejilla una calida lagrima.

No podía mirar atrás, tenia que seguir adelante, su recuerdo causaba una sombra en su alma que la hacía temblar de dolor.

Mientras más avanzaba hacia el interior del bosque, más las nubes cerraban la vista hacia la única que la iluminaba, la luna.

Pasaba medianoche, los árboles la acorralaron, cegaron el paso y su vista. No podía avanzar, no lograba divisar el camino hacia la luz.

Desesperada y envuelta en llanto, quedó sentada, sola y fría.

No podía conciliar el sueño para así, poder acelerar el tiempo.

Su vestido se había convertido en harapos y su piel estaba fría como cera.

Los minutos pasaban lentos, y anhelaba ver una estrella que la iluminara, pero el deseo, las lágrimas en sus ojos y el sonido de su corazón acelerado no la dejaban ver más que reflejos de fogatas perdidas que eran fruto de sus fantasías.

 

Poco a poco, fue amaneciendo, su vista fue aclarándose; limpió con la punta de sus harapos el rostro marcado por las espinas de sus tristezas, levantó la mirada, miró el alba y renació en ella un sentimiento, al cual llamó esperanza.

Caminó tranquila, pues una mariposa la rodeó de flores de colores guiándola por un camino sin espinas.

Mirar el cielo azul, el resplandor del sol, respirar el aire puro, la hizo sentir mas viva que nunca.

De pronto sintió un suave sonido que la hacía temblar de arriba abajo, acariciaba su cabello y soplaba un hilo de vida en ella.

Siguiendo el latido de su corazón, caminó por donde éste la guió.

Ya era el ocaso, cuando sintió el choque de las olas del mar con las piedras, el cantar de los pájaros y el relajante sentir de la arena de la playa, mientras avanzaba, más cerca escuchaba aquel dulce sonido, una dulce voz comenzó a hacerse potente, a llenar su alma, a alimentar sus sueños; siguió caminando y dos corceles blancos pasaron al trote del compás de las olas…

El concluir de su camino la llevó, junto con la luna, donde ambas voces se unieron e hicieron brillar la estrella fugaz que acababa de cegar.

© 2023 by MICHELLE WILLIAMSON

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