
"El poder de crear tu propia historia"
Luciana Bornand

El paisaje la deslumbraba, imaginaba a Picasso mezclando en su paleta los colores perfectos donde se entrelazaban el concluir de una noche estrellada y un espléndido amanecer.
Respiro profundo llenándose de aire puro. La invadió el placer de estar viva y, con la inocencia de una niña que persigue a una mariposa en plena primavera, siguió ciega un camino que la conducía a un rosal.
Sabía que al final del rosal un vacío la esperaba, pero se dejó seducir por el perfume de aquella rosa particular que la hechizaba.
En algunas ocasiones, alguna de ellas, la hería, apenas. Sin embargo esto la fortalecía y ella seguía fantaseando y caminando por ese rosal lleno de magia.
Pensaba en que por más que tenía la certeza que la rosa podía lastimarla con sus espinas, sentía que sin sus pinches el pimpollo perdería su esencia.
Debía llegar hasta el final. Aun no perdía las esperanzas de encontrar aquella flor que con sus particularidades no la lastimara.
De repente vaciló en continuar cuando se acercó a acariciar un pétalo se lastimo haciéndole deslizar una lagrima por su rostro.
Se limpió la cara y cuando al fin se tranquilizó, pudo ver aquella flor particular que se asomaba desde el vacío pícara.
La mirada traviesa y su color esmeralda la hacía bailar transmitiéndole una felicidad inmensa que la llevo al borde del precipicio.
Se vio acostada sobre el césped cabeza hacia abajo intentando acercarse a la flor. No se dio cuenta del peligro que corría. Había mucho en juego. Sus fantasías estaban en juego, sus sueños, sus anhelos.
¿Realmente valía la pena correr el riesgo?
Miro la flor, el sol sobre ella, el cielo azul, el rosal, la mariposa que la había guiado. Concluyo que aun habiendo tanto en juego solo podía arriesgarse y creer que esa flor en sus manos la haría feliz, y si no, una y otra vez volvaria a tomar la misma decisión porque si se quedaba dónde estaba, toda su vida se habría preguntado que habría pasado con esa flor.
Aun sabiendo que podría ser muy difícil para ella poder recuperarse de esa caída, sabía que saldría adelante, ya vería el sol aun en la tormenta.
Equivocarme es algo humano,
pero amarte es un pecado III


Por Luciana Bornand