
"El poder de crear tu propia historia"
Luciana Bornand

Como cada mediodía, prendo el televisor a las doce en punto para ver el noticiero. La agenda periodística no me sorprende, siempre es igual: está colmada de robos, asesinatos, personas desaparecidas y ¡futbol! Rara vez ponen algo diferente, hay tantas historias que no se cuentan, que están y que no las vemos. Hasta qué punto el noticiero cumple con su lema “le mostramos la realidad de los hechos”. Hago a un lado mis pensamientos y presto atención.
Del otro lado de la pantalla, el señor conductor da un breve copete sobre el siguiente tema: “la noche de los museos” una jornada de viernes que comienza a las 20hs hasta las 2hs para visitar los museos de Córdoba. Las propuestas son variadas: ciencia, historia, tecnología, más de treinta y ocho museos, todo gratuito. Interesante. Un minuto y medio después, cambia de tema. Otra vez, robos, asesinatos, mujeres desaparecidas. Apago el televisor.
Sin embargo, lo de los museos me interesó.
Busco el diario, quizás allí detallan mejor las propuestas de cada museo. Me detengo, en el Museo de Arte Religioso Juan de Tejeda. A las 20hs, las monjas Carmelitas Descalzas de San José abren la visita con un concierto “para vos nací”. Hace casi un mes atrás presencié una misa en la Iglesia Santa Teresa del monasterio San José de Camelitas Descalzas, ubicada en la calle Independencia, casi la 27 de Abril, conmemoraban la semana teresiana, celebrando el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús.
La voz de mi madre diciendo que voy a llegar tarde, me despierta de mis recuerdos y me dispongo a almorzar.
….
Esa mañana era el día. No alcanzó a sonar el despertador que yo ya tenía los ojos abiertos. Como nunca sucede, me levante de la cama de un salto. La ansiedad no me dejó dormir en toda la noche. Arriba de mi escritorio había preparado toda la ropa para ponerme hoy y no hacer tanto ruido. Me puse una pollera larga y una musculosa negra, zapatos de taco alto y me recogí el pelo en una colita. Mi panza me recuerda constantemente lo nerviosa que estoy.
No desayuno en casa. Agarro el teléfono y tecleo el número de un taxi.
Cuando entro al curso, los chicos ya estaban organizando la exposición.
Helen esta acomodando los bancos en dirección a la pantalla junto a Julieta. Gonzalo ya tenía el video puesto, las luces estaban bajas y la música sonaba bajito.
….
Esta tarde tengo Antropología. Debería ya que definir el tema y ni siquiera tengo grupo.
-hola, soy Helen. ¿Che vos tenes grupo?- me pregunta risueña.
-emm Hola… no, no tengo.- le contesto con una sonrisa.
Se sienta en el banco de la derecha, mientras acomoda sus cosas me dice:
-¡buenísimo! Yo tampoco. ¿Lo hagamos juntas?
-si, dale y de ultima que se sume el que quiera!
-¡dale!
El profesor Montovani entra al curso y comienza la clase. Habla cuarenta minutos de Kusch, antropólogo y filósofo argentino. Los otros cuarenta, de las consignas del trabajo, entregándonos un cuaderno de campo para ir escribiendo los prejuicios, emociones, percepciones que vayamos teniendo a medida que ingresemos al campo. Me emociona la idea del cuaderno. Siempre fui buena para la escritura.
Abatatada por tantas cosas, quedamos con Helen en hablarnos para definir el tema.
Con el teléfono celular entré al grupo de Facebook de antropología. “El que no tenga grupo y quiera sumarse, nosotras somos dos”.
Al ratito me suena la notificación del teléfono que hay dos comentarios. Julieta y Gonzalo son los nuevos integrantes del grupo.
………
El reloj marca las 8 en punto de la mañana.
-¿abro?- pregunto, porque hice esperar a los demás compañeros afuera.
-¡dale!
Abro la puerta, la gente se va acomodando en los lugares mientras la música del poema de Santa Teresa invade el ambiente
“nada de turbe, nada te espante
Quien a Dios tiene,
Nada le falta”
En la pantalla gigante pasan el power point que nos preparó María Sol. Mi corazón late cada vez más deprisa. Estoy invadida de nostalgia. Lo que empezó como un simple trabajo de la facultad se ha convertido en algo tan importante para mí.
Julieta comienza a hablar.
….
Con Helen, Julieta y Gonzalo quedamos en ir hoy a “la noche de los museos”, le comenté lo que había visto en el noticiero hoy y les interesó, así que decidimos que ese iba a ser nuestro tema. A ellos también les llama la atención el tema de las rejas y sus vidas.
Programo el reloj a las 16hs, con la intención de llegar a tiempo, sobre todo porque es feriado, y la frecuencia es pésima.
Siento la lluvia chocando con el techo de mi habitación. Miro el reloj, son las 17:30.
Me levanto de un salto y pienso cómo hacer para llegar a la hora pactada con mis compañeros. ¡Detesto llegar tarde!
Me cambio lo más rápido posible y salgo con el paraguas en la mano, la cartera en la otra. Casi que corro, pero como la calle es de tierra paro, sino voy a llegar toda embarrada. Mando un mensaje al grupo “ya llego” mientras voy caminando a la parada de colectivo. Pido entre susurros que un ser superior nos ayude a poder empezar la investigación.
Con la mano paro el colectivo mientras cierro el paraguas. ¡Menos mal que lo traje, sino iba a llegar echa una sola gota de agua!
Una vez ubicada en el asiento, comienzo a googlear “monjas de clausura” porque no tengo ninguna información sobre ellas que no sea prejuiciosa.
Google, me tira una noticia del Diario Líder de Córdoba.
“las monjas de clausura, otra mirada del mundo femenino”
Unas 120 cordobesas participaron de un recorrido por el monasterio Carmelitas Descalzas y el Museo Fray José de San Alberto / Por primera vez, una religiosa recibió al público. (….)
“Somos mujeres como ustedes. Resignamos muchísimas cosas, pero en nuestra esencia sentimos de la misma manera”. Con esas palabras, la hermana Teresa Riego, priora del monasterio de Carmelitas Descalzas de San José, dio inicio a una charla en el marco de una visita guiada organizada por la Secretaría de Turismo de la ciudad de Córdoba para conmemorar el Día Internacional de la Mujer.”
Mi cara es de absoluta sorpresa. Sospecho que los demás pasajeros se burlan de mi. Es que no puedo disimular mi cara de asombro al leer que antes, las monjas de clausura se tenían que rapar, higienizarse con su hábito, que no podían mirarse al espejo, etc.
Subo la mirada, y ya tengo que bajarme. Bajo del colectivo y copio el link. Dos segundos después esta en el grupo de antropología. ¡Hay que utilizar la tecnología a nuestro favor!
Trato de apurar el paso, ya que como siempre, llego tarde. Cruzo la av. Vélez Sarsfield, hago dos cuadras por Caseros y doblo en Independencia. Agudizo la vista y allí están mis compañeros esperándome. Son casi las 20hs.
Un coro de mujeres cantan al compás del órgano y de la profesora que las guía. Además hay una monja que es la voz principal y soprano. La música hace compás con el ruido de las gotitas que van cayendo al son de la lluvia que lentamente va parando.
El concierto dura aproximadamente media hora.
Cuando finaliza, aparecen los guías y comienzan con la visita al museo.
-La historia une a las hermanas Santa Catalina de Siena con las monjas Carmelitas Descalzas, ya que la fundadora del Monasterio de Santa Catalina es la tía de Juan de Tejeda, el fundador del monasterio de las Carmelitas Descalzas.
Juan de Tejeda, le haría una promesa a Santa Teresa de Jesús para que sanara a su hija María Magdalena de una grave enfermedad.
María Magdalena adquiere tuberculosis a los 12 años, una enfermedad bastante común en la época, en un viaje en la que están en su estancia de Soto, y se pone bastante grave.
En esta enfermedad Juan le hace una promesa a Santa Teresa de Jesús quien le promete que si su hija se cura, que en la edad adecuada se convierta en monja y sea la primera en ingresar a un convento que el mismo iba a construir y a fundar.
A los años, Juan olvida su promesa y su hija vuelve a caer bastante enferma a tal punto de considerarla muerta, en ese momento, Juan vuelve a recordar su promesa y su hija casi milagrosamente recobra su salud.-
Wow. El asombro sigue invadiéndome cuando entramos a la primer sala del museo. El locutorio, donde las monjas internas recibían su visita una vez al mes. La sala no solo esta divida por dos rejas con pinches, sino que también, tiene cortinas. Esto era, según la guía, para que no hubiera contacto visual entre el familiar visitante y la monja en clausura.
En este museo representa lo que era la vida de una monja a mediados del siglo XVIII donde la clausura era realmente estricta. Las salidas no existían, no podían tener contacto con personas del exterior.
“de la celda solo Dios basta” me intriga profundamente esa frase. ¿Qué celda? No entiendo mucho. Sin embargo, me supera la curiosidad por toda la historia que tiene detrás, por la forma de vida que esconde, por las tradiciones completamente diferente a la que vivimos, porque detrás de esa frase hay toda una lógica.
Entro. La puerta es de dos hojas de madera vieja, el suelo de madera. A la izquierda hay un cuadro de madera con tonalidades oscuras, entre ellas marrones y algunos rojos. En él hay una monja sentada en una mesita escribiendo, una aparición de una paloma blanca y el espíritu santo.
Al rato, salimos del museo y nos dirigimos al lado del museo, donde está el actual monasterio de Carmelitas para hablar con alguna hermana. A ver si tenemos algo de suerte.
Cuando íbamos acercándonos a la puerta, procurábamos distintas formas de hablar con alguna de ellas.
Silencio.
Rompe el silencio Julieta cuando nos encontramos ante una monjita con ojos azules que nos mira amablemente y nos deja sin habla.
-Hola. Nosotros somos estudiantes de comunicación social. Estamos haciendo un trabajo de antropología sobre las monjas de clausura. Por eso queremos saber como viven, cual es su realidad y si nos podrían ayudar.
….
-“nosotras no nos llamamos más monjas de clausura, sino de contemplación.” Esta fue la primera frase que nos dijo María Sol. Lo cual incitó aún más nuestra curiosidad. Estabamos llenos de prejuicios que poco a poco fueron derrumbándose. Nuestro trabajo se basa en las hermanas Carmelitas Descalzas de San Jose, ubicadas en la calle Independencia al 158. Ellas si bien viven en clausura, no se identifican como tal. Ellas ven la clausura como un medio para un fin.- comienza Julieta a hablar.
Mi corazón palpita a mil por segundo. Es mi turno. Se mezclan sentimientos de nostalgia con nervios y ansiedad de transmitir mis experiencias.
Abro la boca, respiro profundo, y comienzo.
-Es decir, Las Carmelitas descalzas hacen votos de austeridad y sencillez para no caer en el consumismo. Por lo cual, las rejas son un símbolo para dejar afuera la mundanidad, osea no es una cuestión de seguridad o para que no salgan. Su vida esta llena de prejuicios, sobre todo cuando desconocemos el origen de las palabras celdas y clausura.
…….
Entre titubeos le explicamos lo que queríamos hacer. Ella nos miró y abrió la puerta de reja de la puerta principal del monasterio y nos hizo pasar.
Nos pidió que esperáramos en el hall.
Pasaron alrededor de cinco a diez minutos. Maria Sol nos hizo pasar a uno de los locutorios.
Nos explicó que estaban en proceso de cambios, que antes había una reja entre ellas y el mundo y hoy, una mesa. Detrás de donde esta sentado Gonzalo hay una ventana que deja ver una parte del patio del convento. Hay muchas plantas, muchas rosas, el césped verde. Veo el cielo. Parece que va a caerse pronto.
María Sol nos reparte a cada uno un folletito sobre ellas y comienza a leerlo:
- Quienes somos.
Somos mujeres de oración, llamadas a vivir la amistad con Dios. Desde la contemplación y el silencio, vivimos y expresamos nuestro servicio a la Iglesia y a todos los hombres.
Hemos sentido la invitación de Jesus a estar con El, a escuchar su palabra en la soledad y el silencio, a contemplar desde allí su paso en la historia.
Maria Sol va leyendo y haciendo chistes por ahí. Yo estoy conmocionada y solo escucho atentamente. Habla de la celda, y yo recuerdo esa frase que tanto me shoqueó en el museo “desde la celda solo Dios basta” y celda no es lo que uno cree por sentido común, viene de célula. Y pensar que yo creía que era porque estaban encerradas. ¡que ignorancia!
Al rato, nos fuimos despidiendo. Aunque se cae el cielo, los cuatro mosqueteros nos vamos a comer algo al Patio Olmos. Menos mal que traje paraguas. Julieta saca selfies con su celular y ese momento queda inmortalizado en unas fotos.
Creo que inconscientemente, cada uno va procesando todo lo vivido. Y poco a poco, vamos derrumbando nuestros prejuicios, introduciéndonos en la cultura y forma de vida de estas mujeres que tan poco se dan conocer.
Tomo aire, busco al profe entre los alumnos, ahí está. Entre tantos nervios no vi que entró.
-En realidad se las conoce como monjas de clausura porque su vida pasa dentro del claustro, pero Las Hermanas Carmelitas Descalzas reconocen que hay signos de la clausura, como la reja que ya no las identifica.
Hago una pausa, hago un giro y veo a mis compañeros. Algunos parecen que tuvieran cinco años y juegan con los folletos que les dimos. Otros escuchan respetuosamente.
Continúo con palabras textuales de María Sol.
-“Santa Teresa hace una analogía acerca de la celda en la que ellas viven con la celda de los panales de las abejas. La celda tiene que ver con el concepto de célula también, que es regeneradora de vida.”
Además es un espacio íntimo de reflexión y trabajo de la vida contemplativa. Ellas buscan cortar con los prejuicios de la gente y contar como son sus vidas.
Acto seguido, presentamos el video que hicimos con Gonzalo el miércoles en casa de Helen. Recuerdo el dolor de espalda que tuve ese día de eterno trabajo. Dura aproximadamente diez minutos y en el hay imágenes de María Sol hablando y contando todo lo que dijimos nosotros recién. La música del final, la clásica “llévame donde los hombres…” me hace soltar una lágrima y peleo porque no caigan más. Evidentemente esto no fue solo un trabajo de clase.
Aplausos y más aplausos. El profesor Montovani nos felicita por el trabajo. Yo salto de alegría al escuchar sus palabras. “la verdad era el trabajo más arriesgado” y lo fue.
…
Al año siguiente, y como cada año, vamos con Helen, Julieta y Gonzalo (aunque se haga de rogar, nunca nos abandonó) a visitar a Maria Sol la noche de los museos. La saludamos y hablamos como viejos amigos, ella ya conoce a toda mi familia luego de las reiteradas anécdotas que les conté sobre esto.
Cuando termina el coro, escuchamos al guía y recordamos nuestro primer día en ese museo, nuestros prejuicios, nuestros miedos. Recordamos que cada vez que pasemos por esa calle, nada va a ser igual. Detrás de esos muros, en pleno microcentro de la ciudad de Córdoba capital hay mujeres que dedican su vida a rezar por cada uno de nosotros, creyentes o no. Cada vez que paso por el monasterio recuerdo que tengo una héroe silenciosa que ora por mi y mi gente.
Héroes Silenciosas
por Luciana Bornand
Relato basado en una historia real. Los datos antropológicos e historicos también son reales.

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Los verdaderos protagonistas del trabajo de antropologia.
Jimena, Gonzalo, Paola y Luciana.